Sé que muchas veces me he sentido como alguien que no es parte de la multitud -por una, soy la hija de norteamericanos blancos, nacida y criada en Bolivia, y la piel de mi cuerpo es algo que no pude ni puedo esconder. Esto no tiene nada que ver con acusar a nadie del imaginario “racismo inverso;” era solo que sabía que era diferente, y a veces eso me apartaba de los que estaban a mi alrededor.

Aun cuando estamos en el medio de una multitud, es posible sentirnos solos. Me he topado con ese mensaje en libros, en imágenes y arte, y en mi propia mente. Es en parte por esto que pienso que el mayor temor del ser humano es sentirse excluido. Me parece que muchas veces nos ponemos máscaras que tapan quienes somos, máscaras para sentirnos normales, incluidos y parte de la multitud. Sin embargo, me era imposible ocultar mi piel -lo intente, por cierto, con barro y tierra, y uno de mis hermanos, rubio como el trigo, todavía suena con tener el cabello negro.

El punto de este artículo no es hablar acerca del privilegio que sin querer me da el tener la piel blanca; más bien, es para proponer que hay cosas en cada uno de nosotros que nos hacen sentir diferentes en maneras que nos pueden incomodar, cosas que quizá podamos o no podamos esconder pero que son parte de nuestra identidad. ¿Y qué podemos hacer acerca de esa incomodidad con nuestras diferencias?

Por una, propongo que todos nosotros que somos parte de la comunidad de Goshen College tomemos muy en cuenta la idea de ser inclusivos de aquellos que no son como nosotros, y hacer de nosotros mismos la clase de personas que extienden la mano a aquellos que ya se sienten excluidos. Por una, empecemos con incluir personal y activamente a personas internacionales, de color, y GLBTQ, que todos los días se enfrentan a la posibilidad de exclusión. Démosles modelos a seguir, démosles mentores, que sienten orgullo en compartir sus diferencias. Hay personas en nuestra comunidad que sufren de depresión, que en cierto modo es el sentimiento de sentirse completamente excluidos -démosles la mano y hagamos que se sientan amados. El amor es la mejor manera de ahuyentar la exclusión, y hay mil maneras de expresar amor. Un hola, una sonrisa, la oferta de un libro, compartir una canción: todas estas cosas pequeñas y más son las que hacen la diferencia. Sé que no parecen mucho, pero cosas así son las que más afirman el sentirse parte de una comunidad. La belleza es que no toman mucho tiempo -tres segundos para abrir una puerta, dos para un saludo. Quiero agradecer a aquellos de ustedes que ya hacen estas cosas -se los aprecia. Y para los que quieren ahuyentar la exclusión, sólo hay que preguntar cómo les gustaría ser tratados para aprender a hacerlo.