Un conocido filósofo dijo una vez, “Un viaje de miles de kilómetros debe comenzar por un solo paso.” Para mí, este paso fue estudiar en Estados Unidos, lejos de mi España natal. Venir a Estados Unidos ha sido una experiencia maravillosa y una de las decisiones más acertadas que he hecho desde que tengo memoria. Quiero pensar que la vida es como el trayecto de un tren, y ésta ha sido una parada en la estación acertada. Una parada que, por lo menos, va a durar cuatro años.

Tuve la oportunidad de conocer Estados Unidos por primera vez  cuando fui a University of Pikeville por medio de una beca deportiva para jugar a tenis. Tras un año, me transferí a Goshen, un sitio que desde el primer día cautivó mi atención. Siempre he sido una persona con expectativas altas, quizás idealizando todo lo que me rodea y pensando que todo va a ser favorable a mis intereses. Tras casi dos años aquí, quizás no todas las expectativas se hayan cumplido pero puedo decir que la experiencia en Goshen es y ha sido positiva en todo momento, siendo parte de mi aprendizaje en esta vida. He crecido como estudiante, pero también como persona.

Puedo decir que la amabilidad y la disponibilidad son las palabras que mejor definen a esta universidad. Desde el día 1 he sentido el apoyo de todos los miembros de esta comunidad, desde profesores a estudiantes e incluso los ciudadanos de Goshen me han hecho sentir parte de esta ciudad. He necesitado ayuda y la he obtenido rápidamente, apenas he tenido que moverme para recibir ayuda porque siempre había alguien dispuesto a ayudar y eso es algo que siempre apreciaré de esta universidad.

Una de las cosas que más me ha aportado Goshen College ha sido la multiculturalidad. En el trayecto de un edificio a otro, es posible encontrarse con múltiples personas de otros países. ¿Alguien se ha dado cuenta de la suerte que es tener gente de sitios tan distintos? El 10% de este campus viene de algún país extranjero. Es un privilegio poder contar con amigos de sitios tan exóticos como Sri Lanka, Nepal, Kenia, Noruega o Hungría. No sé adónde me va a llevar esta vida pero sí que sé que puedo contar con gente en muchas partes del planeta, sé que puedo contar con estas personas, y estas personas pueden contar conmigo. Considero haber viajado mucho, y jamás me quedo con los sitios a los que voy, sino a la gente a la que conozco durante mi travesía.

Pero no todo lo que me ha pasado ha sido un camino de rosas. Voy a contar rápidamente dos de los problemas que he tenido en Estados Unidos. El primero de ellos es el idioma, el bendito inglés. Un idioma tan bonito como difícil, que seguramente nunca llegaré a hablar con perfección pero sobre el cual intento aprender todos y cada uno de los días. Llevo aprendiéndolo desde que era pequeño pero nunca le puse mucho entusiasmo hasta el día que supe que mi siguiente paso era Estados Unidos.

El otro gran problema es la familia. Jean Baptiste Alphonse Karr, un periodista como yo, dijo una vez, “Los amigos: una familia cuyos individuos se eligen a voluntad.” Y no puedo negarlo, de aquí voy a sacar gente que formará parte del resto de mi vida, gente que me acompañará en este trayecto de tren. Pero tampoco puedo negar que familia sólo hay una, y la mía está lejos. Exactamente está a 4,113 millas de Goshen. Duele no poder verlos a menudo. Quizás no haya agradecido a mi familia todo lo que han hecho por mí, y por ello quiero hacer una disculpa pública. Estoy seguro de que muchas de las personas que leen este artículo coincidirán conmigo en que muchas veces no apreciamos algo hasta que no lo tenemos.

Pero como he dicho, creo que éste es un viaje muy largo, y si no tuviésemos baches y obstáculos, esta travesía sería muy aburrida. Por último, quiero dejar una oración de Abraham Lincoln que siempre me hizo reflexionar, “Al final, lo que importa no son los años de vida, sino la vida de los años.”